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Colombia es un territorio que tiene una topografía con biodiversidad en abundancia. Es un País de culturas indígenas y prácticas agrícolas ancestrales; esto ha permitido explorar el cuidado, selección y preservación de las mejores semillas para posteriores cultivos, asegurando la soberanía alimentaria de los pueblos. En las comunidades indígenas y campesinas, existe la figura del custodio de semillas; quien es el encargado de asegurar su conservación.

Las semillas criollas a diferencia de las transgénicas, tienen un mapa genético mucho más amplio e histórico, lo que les permite ser más resistentes a plagas y tener mejor adaptabilidad a los ecosistemas nativos. Por otro lado, las semillas transgénicas sólo poseen ciertas características genotípicas, siendo casi una especie a parte, con poco material genético y necesitando agroquímicos (kit´s tecnológicos) para su cuidado y desarrollo, donde por malas prácticas agrícolas y la implementación inadecuada de los agroquímicos; son perjudiciales para el medio ambiente y los seres vivos. Existen también, las semillas híbridas o manipuladas científicamente; las cuales son mezclas de especies nativas con adaptaciones selectivas por la agroindustria.

Es evidente que las grandes corporaciones, productores de alimentos transgénicos; están haciendo hasta lo imposible para que no tengan que declarar en sus etiquetas que sus productos OGM  (Organismos Genéticamente Modificados). Todas estas corporaciones, comparten acciones o intereses económicos con la industria  farmacéutica y las productoras de insumos químicos; quienes están en el mismo camino de producir alimentos con su mal llamada revolución verde.

Pero es hasta ahora que estamos viendo los perjuicios para la salud humana, de esta producción de alimentos en masa. Tantos cánceres y enfermedades raras, son asociadas a los hábitos alimenticios de las poblaciones en todo el mundo. Sumado a esto, podemos evidenciar que no hay un control en las plazas de mercado o en los distribuidores de alimentos, que aseguren la inocuidad y trazabilidad de estos insumos agroquímicos en los alimentos que consumimos. Como sí lo hay cuando se exporta a otros países y se le exige al productor Colombiano certificados de "producción limpia". 

Considero que el gobierno debe priorizar políticas que protejan las semillas criollas, y promuevan las prácticas agroecológicas implementadas en economías solidarias rurales, para un desarrollo alimentario sostenible. Asegurando que las variedades autóctonas sean preservadas, brindando seguridad alimentaria para las generaciones futuras, y alimentos saludable y nutritivos para todos.