Desde siempre se ha tenido la idea que Colombia por pertenecer al tercer mundo y por las actividades rurales es un país netamente agrícola. Eso está bien para los que trabajamos en el sector, mas aún luego de ver lo que está pasando con la gran cantidad de importaciones de alimentos y cuando nos damos cuenta que somos comerciantes, mineros pero no agrícolas.
Partiendo de esta realidad y observando los procesos de paz que están aconteciendo, en donde la actividad agropecuaria es una de las opciones más lógicas para ocupar a los actores del conflicto y victimas, traigo a la ecuación el paradigma de pobreza que acompaña al sector, lo que ha hecho que las nuevas generaciones quieran emigrar a las urbes en busca del ¨"rebusque", dejando las actividades del campo a los mayores.
Por un momento utilizando la empatía, o en otras palabras, poniéndome en las botas de un reinsertado, personas acostumbradas a vivir en el poder, tomando lo que quieran a diestra y siniestra, no los veo haciendo una actividad que le da lucro a personas que viven de las oportunidades de intermediación. Por eso propongo enfáticamente que las acciones, inversiones y esfuerzos de poner programas del agro con estas poblaciones, debe hacerse pensando en grande, teniendo como pilar la innovacion, la vision empresarial y la pertinencia en la transferencia de conocimientos. En ese sentido, se deben evitar esos expertos catedráticos que en la vida han hecho empresa, y se deben emplear los empresarios del campo exitosos e innovadores que generen acciones inspiradoras, que sean expertos en diseño de productos y que quieran contarle al mundo historias de paz que solo pueden producirse en este paraíso llamado Colombia.
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