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La naturaleza humana es diversa y compleja desde el punto de vista científico. Es por eso que cientos de estudios se han centrado en averiguar aspectos generales y específicos del desarrollo social y humano, dando como resultado una amplia amalgama de conclusiones – que si bien no son verdades absolutas y exactas – si nos dan luces frente a los procesos que ha tenido el ser humano a través de su historia.

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Precisamente es la historia del desarrollo humano la que nos cuenta que cuando el hombre dejó de ser nómada y se volvió en un ser de comunidades sedentarias, se inició en el el arte y oficio de la agricultura, actividad que le permitió garantizar su supervivencia de generación en generación y que hasta el día de hoy es fundamental para la seguridad alimentaria de los miles de millones de seres humanos que habitan el planeta tierra.

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Con el paso de los siglos el hombre empezó a innovar en algunos procesos productivos tanto en los sistemas agrícolas como pecuarios y a validar los mismos como comprobados y replicables en condiciones agroclimáticas similares: temporadas de siembra y de reproducción, selección de semillas y de animales, pastoreo, arado, cosecha, riego, nutrición animal, manejo de plagas y enfermedades, etc. Es así como en la era moderna surgieron las profesiones relacionadas con el manejo agronómico, forestal, ambiental, animal y otras disciplinas que tienen su objeto de estudio en el campo y en el sector agropecuario.

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De allí surgió la extensión agropecuaria, es decir la posibilidad de que los pequeños y medianos productores tengan la oportunidad de ser asesorados y acompañados por profesionales idóneos que les permitan mejorar la productividad y rentabilidad de sus cultivos o de sus sistemas pecuarios.

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Según Barioglio (2006) la extensión tiene como objetivos “mejorar la producción agropecuaria y la evaluación del nivel de vida de las poblaciones rurales”. Es decir que su función no se limita simplemente al componente científico – técnico, sino que trasciende a la realidad territorial, de género, de necesidades básicas, de educación, de salud; teniendo en cuenta siempre el contexto socio-cultural de las comunidades.

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Es así como en el proceso de acompañamiento el extensionista y el productor junto a su familia, deben interactuar con el objetivo de “lograr un desarrollo integral de las personas y mejorar procesos organizativos que contribuyan a la transformación y desarrollo de la sociedad”, de la comunidad, de la familia y del individuo.

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Las cifras del pasado Censo Nacional Agropecuario - CNA, aplicado en el 2014 a los productores del país tras un lapso de más de 30 años sin conocer datos verídicos del campo, dejaron al descubierto falencias que explican un poco la situación actual del sector agropecuario en Colombia, una de esas es precisamente la falta de cobertura del servicio de extensión y asistencia técnica en el país. Las cifras son alarmantes, pues solo un 10 % de nuestros productores cuentan con este servicio que el Estado debería garantizar para los productores agropecuarios, en particular los medianos y los pequeños, ya que son estos los que requieren de un acompañamiento técnico para el mejoramiento de sus sistemas productivos y por ende de su calidad de vida. Si en eso estamos mal, ya nos podemos imaginar cómo está el sector agropecuario en cuanto al enfoque de sostenibilidad ambiental, social y económica que debe tener. 

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En Colombia hacen falta extensionistas y transferidores de tecnología que acompañen a los campesinos mediante procesos integradores y de calidad. No obstante, ese aumento en la cobertura del servicio debe ir acompañado de cualificación de los perfiles profesionales de los prestadores de asistencia técnica, así como del mejoramiento de las condiciones laborales de los mismos, con el fin de que este rol – clave para el desarrollo agrícola del país – sea atractivo para los profesionales del agro y para que los procesos no se queden a medias, sino que sean a mediano y largo plazo, y que no solo respondan a indicadores técnicos sino también socioeconómicos y ambientales.

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En el marco del posacuerdo que fijó las reglas de juego para que Colombia haga la transición de un país con un conflicto armado de más de sesenta años a un país en paz, se determinó la necesidad de pagar una deuda histórica con el campo colombiano: la Reforma Rural Integral – RRI. Esta está fundamentada en varios pilares y uno de ellos es el Sistema Nacional de Innovación Agropecuaria, el cual reemplazaría al actual Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología Agroindustrial. Este nuevo modelo quedó plasmado en la ley 1876 de 2017. 

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El SNIA, coordinado por la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria – Agrosavia (Antes Corpoica), está compuesto por tres subsistemas que reúnen a los principales actores del sector agropecuario alrededor de la innovación:
          1. Subsistema Nacional de Investigación y Desarrollo Tecnológico Agropecuario – coordinado                 por el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural.
          2. Subsistema Nacional de Extensión Agropecuaria – coordinado por el Ministerio de Agricultura            y Desarrollo Rural.
          3. Subsistema Nacional de Formación y Capacitación para la Innovación Agropecuaria –                        coordinado por el Ministerio de Educación Nacional.

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En la ley del SNIA se plantean diferentes alternativas para que se pueda aumentar la cobertura con un mejoramiento de la calidad del servicio. Es todo un reto, no será fácil, pero será un muy buen inicio para que, mediante la extensión agropecuaria, contribuyamos al aumento de la productividad de la competitividad del sector agropecuario colombiano con un enfoque sostenible.

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Y es que esta es la primera vez que se plantea un Sistema de Innovación Agropecuaria con un enfoque de sostenibilidad. Esta ley aprobada el año pasado plantea que “las acciones y estrategias del SNIA deberán procurar la sostenibilidad ambiental, económica, cultural y social de las actividades productivas en beneficio de las comunidades rurales”. Lo que permite inferir que se está poniendo un interés (necesario) sobre el gran impacto negativo que generan las actividades agropecuarias en el medio ambiente. 

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En ese sentido, Vega (2001) aproxima el concepto de Desarrollo Territorial a un concepto sistémico del desarrollo sostenible como “aquel con el cual se garantice la evolución y mejoramiento continuo, en tiempo y espacio, de las condiciones cualitativas y cuantitativas del patrimonio territorial (Capital Natural y Capital Social) que habrá de traspasarse a las futuras generaciones”. Lo que en el caso de la extensión agropecuaria es un tema de suma importancia, ya que cuenta con ambas condiciones cualitativas y cuantitativas que afectan los recursos aire, suelo y agua que no son renovables.

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Por otro lado, Boof (2012) habla del cuidado del cuerpo propio, del cuerpo del otro y del cuerpo de todos que es la tierra. Así nos despierta el sentido de urgencia para desarrollar un nuevo ethos -costumbres- que nos permita dar un salto cualitativo hacia formas más cooperativas de convivencia, un pacto de paz con la tierra y con las especies que en ella viven. Ese ethos adquiere cuerpo en morales concretas: valores, actitudes y comportamientos prácticos, todos alienados con la vida, con el planeta, y con el amor propio.

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Cuidado que se puede implementar en el sector agropecuario a través de una extensión con enfoque sostenible, que tome en cuenta al ser humano desde la particularidad de su territorio, de su cultura, que esté enmarcada en el ordenamiento social y productivo del suelo, que fomente la asociatividad y la investigación participativa y que no solo esté orientada al mercado sino a la seguridad alimentaria de los productores y de sus familias.

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En conclusión, el modelo de extensión agropecuaria con enfoque de desarrollo sostenible tendrá una responsabilidad inmensa en marcar la diferencia y lograr efectivamente un desarrollo agropecuario que armonice la actividad agrícola y pecuaria con el cuidado y la conservación de los recursos naturales, con el fin último de brindar bienestar a las comunidades campesinas y alimentos inocuos a la creciente población del mundo

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Comentarios

  • Buenos aportes y reflexiones, cuando iniciamos la etapa del posconflicto,en el cual los sistemas de extensión agropecuaria de las instituciones y organizaciones públicas y privadas, será un factor fundamental en la transformación del sector agropecuario.

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  • La ley SNIA tiene varios vacíos cocptuales.
    El principal limiatr la Extensión a las actividades prodctivas agropcurias. es un enfoque superado en todas partes, sistematizado por la FAO, el IICA y RELASER, entrea otros.
    El desarrollo de los terriotrios rrle exige un enfque intergal , más allá de lo secorial.
    Des el puto de vista productivo, hoy en día, en Colombia en las zonas rurales hay una gama amplia de actividades no agropecuarias, con el turismo, los servicios de comunicaciones, las artesanías y la micro industria rural.
    Por otra parte hay millones de pobladores rurales que no están vinculados a las actividades productivas pero que viven en los territorios rurales y requieren de capacitación, asesoría, acompañamiento para mejorar su calidad de vida.

    Un segundo aspecto grave es que minimizan, por decir lo menos, la ASISTENCIA TÉCNICA, que es un campo de ejercicio profesional, como lo es el médico para los humanos, y donde una PROMOTORA DE SALUD no puede, en absoluto, reemplazar al profesional.

    Una ocupación es la del extensionista, con unas funciones y un perfil muy específico y otra, la ocupación del asistente técnico, que trasciende el eslabón primario y se encuentra en la mayoría de los eslabones de las cadenas de valor.

    Frente a estos limitantes de la Ley, no debemos llorar sobre la leche derramada y por el contrario, estamos aportando a las entidades responsables de la reglamentación (MADR, ADR y AGROSAVIA), para ajustar un poco esos entuertos, así como en las funciones de las diferentes ocupaciones de un programa de extensión, serio y con proyección, como desea el colega Andrés
    Luis Carlos Leiva Cobos, Presidente. Mesa producción Agrícola, Consultor en Desarrollo Rural y facilitador.

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