Desde hace muchos años soy amigo de un gran extensionista, a quien conocí en unos cursos de extensión rural. Es un apasionado por el campo, por los productores agrícolas, pecuarios, forestales. Ha trabajado en distintas partes del país y ha compartido sus experiencias con otros extensionistas. Somos buenos amigos y con cierta frecuencia nos comunicamos.
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En una ocasión me comentaba que en casi todos los cursos de capacitación en extensión rural a los que ha asistido, la mayor parte del tiempo se le dedica a la difusión de tecnologías, a las metodologías para incrementar la productividad de las explotaciones agrícolas o pecuarias. Me decía que los recursos destinados a los proyectos productivos tenían una gran exigencia de incluir el componente de transferencia tecnológica.
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Le manifesté que también veía esa obligatoriedad. Me interrumpió para hacerme caer en cuenta que se insiste en realizar “parcelas demostrativas”, “días de campo”, “visitas” y otros eventos sobre prácticas que ya los